Hoy nos hemos propuesto tomárnoslo con más calma que ayer.
No ponemos despertador, y así aprovechamos a recuperar el sueño perdido estos ¿dos? ¿tres? últimos días.
Pasadas las nueve y media ponemos rumbo a un destino que yo no tenía entre mis planes, pero el día anterior decidimos que podría ser una buena idea: el castillo de Nijo.
Tenemos unos 20 minutos andando hasta el castillo, pero bueno, es pronto, aún no calienta mucho el sol, y además hoy corre algo de viento.
De sombra en sombra (tampoco vamos a emocionarnos con la temperatura del día) llegamos hasta la entrada. El precio de la entrada al castillo de Nijo son 400 yenes por persona (apenas 4 euros). Abre de 8:45 a 16, y los martes de Julio, Agosto, Diciembre y Enero.
Este castillo se empezó a construir en 1603 como residencia oficial del primer tokugawa Shogun, Ieyasu, y se terminó en 1623.
Es uno de los mejores ejemplos de construcciones del periodo Edo tanto por el diseño de sus edificios como por las pinturas y tallas.
Como casi medio Kyoto, también es patrimonio de la Unesco desde 1994.
Yo pensaba que iba a ser un castillito normal y corriente, pero me equivocaba (y me sorprendió, para bien).
El recinto, que está rodeado de un gran foso, tiene cuatro zonas bastante diferenciadas:
La número 1 es el palacio Ninomaru. Un edificio de 3.300 metros cuadrados compuesto de 33 estancias (salas de recepción, de espera, de audiencia...), y 800 tatamis, y adornado con bellas pinturas.
Se visita siguiendo un recorrido a través del pasillo exterior, en el que, para no echarlo en falta, cientos de turistas vamos caminando al mismo paso, en cola, mientras visitamos el palacio (por cierto, que no se pueden hacer fotos).
Eso sí, lo que más me gustó sin lugar a dudas es el suelo de ruiseñor. Hace, no sé, quizás 10 años, llegó a mis manos una pentalogía (cuyo nombre no recuerdo) en el que se narraba la historia de una familia acomodada ambientada en el antiguo Japón, en la que hacían mención a un suelo por el cual era imposible caminar sigilosamente. Era algo así como un sistema de alarma, ya que si alguien se movía o entraba en la casa, los que estaban dentro se enterarían.
Y, casualidades de la vida, que me veo yo caminando por uno de estos suelos de ruiseñor.
La segunda zona del castillo es el jardín de Ninomaru. Un lago en cuyo centro hay una isla grande (Horai-jima, la isla de la eterna felicidad), y a sus lados otras dos islas más pequeñitas.
A la tercera zona se accede a través de un puente, porque también está rodeada por un foso cuadrado. Llegamos así al palacio Honmaru, el cual no se puede visitar. Se construyó en 1626 pero el pobre no tuvo mucha suerte y tanto en 1750 como en 1788 se quemó completamente. La estructura actual data de 1847.
Lo que sí se visitan son los jardines, que también son bonitos y merecen la pena. Además se puede subir hasta lo alto de una de las torres y tener una visión diferente del palacio.
La cuarta zona son los jardines de Seiryu-en. Divididos en dos partes: una, el jardín zen con un gran lago. La otra, simplemente una zona ajardinada.
Son casi las 12 de la mañana cuando salimos del castillo.
En la acera de enfrente cogemos un bus que pare en "Nishi Honganji". Los dos primeros me dicen que no paran, y el tercero me dice que sí, que suba.
Realmente este bus tampoco iba al templo Nishi Honganji, sino al Higashi Honganji, pero como nos gustó mucho, no nos importó.
Estos dos templos eran uno, pero después de unas cuantas peleas entre miembros de diferentes sectas budistas (monjes guerreros, anda que no mola el término), en 1604 decidieron dividirlo en dos y dejar que cada grupo dirigiese su propio templo.
El templo es enorme, de hecho el pabellón principal es de los más grandes construidos en madera en el mundo.
Eso sí, lo mejor del templo es que somos los únicos turistas. ¡Por fin!
La verdad es que me sorprende que no haya apenas gente: el templo de verdad que es muy bonito y es el primer sitio donde no tenemos que pagar desde que hemos llegado a Japón.
Salimos y caminamos en dirección a Kyoto Station. Allí volvemos a comer en la zona de restauración, Porta. Esta vez voy a probar el ramen, el cual, lo siento en el alma (no dejéis de leerme), no me gusta nada de nada.
Cogemos un tren, de la línea JR, aunque no tenemos JR pass, que nos lleva a Inari por 140 yenes en 5 minutos.
Es el siguiente destino del día, el santuario de Fushimi Inari.
Este santuario sintoísta está dedicado a Inari, que es la diosa del arroz, fertilidad, negocios, agricultura...
Aquí podréis ver un montón de figuritas de zorros (kitsune), que son mensajeros de la diosa.
Si habéis visto la peli de Memorias de una Geisha, seguro que os suena una imagen de un pasillo de toris rojos.... bueno, pongo una foto mejor:
Pues esto es Fushimi Inari.
El santuario está en una colina, y todos estos toris han sido donados por diferentes hombres o familias para obtener prosperidad y riqueza en sus negocios.
El recorrido que se puede hacer por toda la montaña es el siguiente.
Dicen que se tarda un par de horas o dos horas y media en subir hasta arriba y bajar. Nosotros estuvimos casi hora y media, y sólo llegamos hasta el laguito del medio... Ahí preguntamos a un chico y nos dijo que estábamos en el punto 2, y que el de arriba del todo era el 14.
Nos dimos la vuelta sin mucho pensarlo.
Cogimos el tren de vuelta hasta Kyoto Station y de ahí un autobús a Gion (la mayoría de buses paran allí).
Decidimos dar un paseo por este barrio, en busca de geishas, y, ya sabéis qué pasa en estos casos: si las buscas, no las encuentras.
Callejeando llegamos al templo de Kenninji, que ya estaba cerrado.
Poco a poco fuimos volviendo hacia el apartamento. ¿Qué tocará mañana? Suscríbete para descubrirlo!
Por cierto, sigo aceptando sugerencias sobre el nombre del libro. Si es que además me gustaron mucho, recuerdo que eran familias que estaban relacionadas cada una con un animal, y también recuerdo alguien que se ahogaba en un lago, y había peleas de ninjas...
No ponemos despertador, y así aprovechamos a recuperar el sueño perdido estos ¿dos? ¿tres? últimos días.
Pasadas las nueve y media ponemos rumbo a un destino que yo no tenía entre mis planes, pero el día anterior decidimos que podría ser una buena idea: el castillo de Nijo.
Tenemos unos 20 minutos andando hasta el castillo, pero bueno, es pronto, aún no calienta mucho el sol, y además hoy corre algo de viento.
De sombra en sombra (tampoco vamos a emocionarnos con la temperatura del día) llegamos hasta la entrada. El precio de la entrada al castillo de Nijo son 400 yenes por persona (apenas 4 euros). Abre de 8:45 a 16, y los martes de Julio, Agosto, Diciembre y Enero.
Este castillo se empezó a construir en 1603 como residencia oficial del primer tokugawa Shogun, Ieyasu, y se terminó en 1623.
Es uno de los mejores ejemplos de construcciones del periodo Edo tanto por el diseño de sus edificios como por las pinturas y tallas.
Como casi medio Kyoto, también es patrimonio de la Unesco desde 1994.
Yo pensaba que iba a ser un castillito normal y corriente, pero me equivocaba (y me sorprendió, para bien).
El recinto, que está rodeado de un gran foso, tiene cuatro zonas bastante diferenciadas:
La número 1 es el palacio Ninomaru. Un edificio de 3.300 metros cuadrados compuesto de 33 estancias (salas de recepción, de espera, de audiencia...), y 800 tatamis, y adornado con bellas pinturas.
Se visita siguiendo un recorrido a través del pasillo exterior, en el que, para no echarlo en falta, cientos de turistas vamos caminando al mismo paso, en cola, mientras visitamos el palacio (por cierto, que no se pueden hacer fotos).
Eso sí, lo que más me gustó sin lugar a dudas es el suelo de ruiseñor. Hace, no sé, quizás 10 años, llegó a mis manos una pentalogía (cuyo nombre no recuerdo) en el que se narraba la historia de una familia acomodada ambientada en el antiguo Japón, en la que hacían mención a un suelo por el cual era imposible caminar sigilosamente. Era algo así como un sistema de alarma, ya que si alguien se movía o entraba en la casa, los que estaban dentro se enterarían.
Y, casualidades de la vida, que me veo yo caminando por uno de estos suelos de ruiseñor.
La segunda zona del castillo es el jardín de Ninomaru. Un lago en cuyo centro hay una isla grande (Horai-jima, la isla de la eterna felicidad), y a sus lados otras dos islas más pequeñitas.
A la tercera zona se accede a través de un puente, porque también está rodeada por un foso cuadrado. Llegamos así al palacio Honmaru, el cual no se puede visitar. Se construyó en 1626 pero el pobre no tuvo mucha suerte y tanto en 1750 como en 1788 se quemó completamente. La estructura actual data de 1847.
Lo que sí se visitan son los jardines, que también son bonitos y merecen la pena. Además se puede subir hasta lo alto de una de las torres y tener una visión diferente del palacio.
La cuarta zona son los jardines de Seiryu-en. Divididos en dos partes: una, el jardín zen con un gran lago. La otra, simplemente una zona ajardinada.
Son casi las 12 de la mañana cuando salimos del castillo.
En la acera de enfrente cogemos un bus que pare en "Nishi Honganji". Los dos primeros me dicen que no paran, y el tercero me dice que sí, que suba.
Realmente este bus tampoco iba al templo Nishi Honganji, sino al Higashi Honganji, pero como nos gustó mucho, no nos importó.
Estos dos templos eran uno, pero después de unas cuantas peleas entre miembros de diferentes sectas budistas (monjes guerreros, anda que no mola el término), en 1604 decidieron dividirlo en dos y dejar que cada grupo dirigiese su propio templo.
El templo es enorme, de hecho el pabellón principal es de los más grandes construidos en madera en el mundo.
Eso sí, lo mejor del templo es que somos los únicos turistas. ¡Por fin!
La verdad es que me sorprende que no haya apenas gente: el templo de verdad que es muy bonito y es el primer sitio donde no tenemos que pagar desde que hemos llegado a Japón.
Salimos y caminamos en dirección a Kyoto Station. Allí volvemos a comer en la zona de restauración, Porta. Esta vez voy a probar el ramen, el cual, lo siento en el alma (no dejéis de leerme), no me gusta nada de nada.
Cogemos un tren, de la línea JR, aunque no tenemos JR pass, que nos lleva a Inari por 140 yenes en 5 minutos.
Es el siguiente destino del día, el santuario de Fushimi Inari.
Este santuario sintoísta está dedicado a Inari, que es la diosa del arroz, fertilidad, negocios, agricultura...
Aquí podréis ver un montón de figuritas de zorros (kitsune), que son mensajeros de la diosa.
Si habéis visto la peli de Memorias de una Geisha, seguro que os suena una imagen de un pasillo de toris rojos.... bueno, pongo una foto mejor:
Pues esto es Fushimi Inari.
El santuario está en una colina, y todos estos toris han sido donados por diferentes hombres o familias para obtener prosperidad y riqueza en sus negocios.
El recorrido que se puede hacer por toda la montaña es el siguiente.
Dicen que se tarda un par de horas o dos horas y media en subir hasta arriba y bajar. Nosotros estuvimos casi hora y media, y sólo llegamos hasta el laguito del medio... Ahí preguntamos a un chico y nos dijo que estábamos en el punto 2, y que el de arriba del todo era el 14.
Nos dimos la vuelta sin mucho pensarlo.
Cogimos el tren de vuelta hasta Kyoto Station y de ahí un autobús a Gion (la mayoría de buses paran allí).
Decidimos dar un paseo por este barrio, en busca de geishas, y, ya sabéis qué pasa en estos casos: si las buscas, no las encuentras.
Callejeando llegamos al templo de Kenninji, que ya estaba cerrado.
Poco a poco fuimos volviendo hacia el apartamento. ¿Qué tocará mañana? Suscríbete para descubrirlo!
6 Comentarios
En cambio a mi...me encanta el ramen jajaja los hay también se diferentes caldos.. igual fue eso...pero vamos, como siempre, es cuestión de gustos. Y en la comida todavía mas ;)
ResponderEliminarNijo suele confundir por lo de castillo... realmente es mas bien un palacio, pero muy interesante ^_^
Un saludo, te sigo leyendo!
Hola guapa!! Jo, hablando con amigos a la vuelta, cuando les he dicho que no me gustó el ramen, casi me niegan la palabra!!! La verdad es que quizás tuve mala suerte y probé uno no-bueno, pero se me quitaron las ganas de repetir, la verdad... qué poco contenta he vuelto yo con la gastronomía japonesa.
EliminarA ti te queda cada vez menos!!
Un abrazo!
Poco contenta con la gastronomía japonesa!!!??? Madre del amor hermoso... lo que hay que leer... Pero vale vale, ok, no seremos talibanes culinarios, aceptaremos ramen como comida potencialmente no-gustable xD
ResponderEliminarEl Nijo-jo es espectagenial!!! Me alegra mucho que decidiérais in extremis ir a verlo! Y el Fushimi-Inari taisha lo mismo, probablemente fue el que más me gustó de todo Japón, yo sí me subí hasta arriba del todo e incluso estuve charlando con un viejecito que vendía souvenires, y claro, allá arriba poca gente llega jajajaja
Con las geishas es que ná más llegar tuvisteis mucha potra, lo normal es que no se las vea así como así porque van de casa en casa con una agenda muy apretada y verlas ya es todo un privilegio ^_~
Jajajaja, no es "mi tipo" la comida japonesa. Pero se puede comer :D.
EliminarPuf, el viejecito de los souvenires supongo que subirá a primera hora y se quedará ahí hasta que cierren, no? porque si no, qué ganas.... y Nijo me gustó mucho. Sí sí sí :D. Puede que junto a Higshi Honganji haya sido mi favorito. Bueno, y el Kiyomizu también estuvo bien...
No me gusta nada el ramen. Estoy contigo...
ResponderEliminarDecirte q me has llevado de nuevo a Kioto con tu post. Gracias
Un abrazo
Hola Cristina!
EliminarPues me tranquiliza saber que no soy tan rara con esto del ramen :D
Me alegra mucho que te estén gustando los posts. Gracias por comentar, un abrazo!!