Martes, 30 de junio de 2009
Pasamos por el hotel para preguntar un por “big supermarket”, y nos mandaron hacia donde nos dijeron que también había una playa.... y que si queríamos tiendas pequeñas, por las callejuelas de detrás había bastantes. Así que nada...a callejear nos dedicamos.
Las “tiendas” son... bueno, peculiares/de la segunda guerra mundial. Tienduchas estrechas con baldas repletas de comida, fruta, conservas, verduras... Pero me fío. Había malteses comprando, así que malo no será. Así que nada, compramos algo de carne, pasta, y demás en un par de tiendas, y de camino al apartamento, pasamos por un puesto callejero, un camión aparcado lleno de frutas y demás, y compramos unas cebollas y unos tomates.... y ahora sí, al apartamento a guardar todo. Lo guardamos, y bueno...pues a la playa, no?
Pregunta sin respuesta 6: por qué las bolsas que te dan en las tiendas no tienen asas?
Esta vez vamos a coger un autobús para ir a Sant Julians, que según el mapa y las guias hay una playa de arena. Así que cogemos el primer autobús que para, y después de pasar por la zona de tiendas (Zara y compañía) y un par de calas, nos bajamos en un sitio donde parece que hay una playa. Por “playa maltesa” me refiero a rocas planas, arregladas con cemento en forma de escaleras, un mini espigón hacia el mar con una escalera de piscina, y poco más. Y 4 personas tumbadas en las rocas.
Lo bueno de las playas de Malta es, aparte de que no te llenas de arena, que te puede sentar en las rocas a que te dé el agua en las piernas para estar fresquito sin necesidad de mojarte. No se hace pie y el agua estaba fresquita y clarísima, y se veía el fondo perfectamente. Y nada, después de un buen rato, a lo que toca: comer.
Por la tarde fuimos de excursión a Mdina en bus. Los buses salen justo de la acera donde están los barcos del Capitan Morgan. Cogemos el 65, dirección Mdina pasando por Mosta (es una iglesia-cúpula), un autobús antiquísimo con un conductor con pintas de guiri, fumador empedernido (no le vi en todo el viaje, que duró casi 1 hora, sin un cigarro en la mano).
Pasamos Sliema, Sant Julians, y en una parada nada mas dejar la costa se nos unieron un grupo de estudiantes de inglés de unas 20 personas. El autobús es pequeño pero no pasa nada: si nos apretujamos, todos entramos!
Poco a poco, los pasajeros fueron bajándose en sus respectivas paradas, al final solo quedaban 3 alemanes, un par de parejas de turistas, y una mujer maltesa con falda, bailarinas doradas y calcetines blancos con rombos azules.
Lo mejor del viaje viene cuando el conductor da a un par de botones y empiezan a sonar los Beach Boys a todo trapo! El hombre tan feliz, con su música playera, su cigarro, y su peculiar manera de conducir, metiéndose por calles marcadas con una señal de dirección prohibida (y riñendo a los vehículos que salían de esa calle!!), adelantando a coches y camiones cuesta arriba....
Pero un conductor de lo más majete. Había dos de los turistas que querían pararse en medio de la nada, que se supone que hay dos fábricas donde te venden cristal de Mdina y demás...y estaban cerradas por la tarde. Y el conductor, al oír que daban al timbre para bajar, les preguntó que donde iba, que iba a estar cerrado... y las llevó a Mdina. Y luego con nosotros estuvo hablando, porque no sabíamos donde se cogían los buses de vuelta.
Por la tarde fuimos de excursión a Mdina en bus. Los buses salen justo de la acera donde están los barcos del Capitan Morgan. Cogemos el 65, dirección Mdina pasando por Mosta (es una iglesia-cúpula), un autobús antiquísimo con un conductor con pintas de guiri, fumador empedernido (no le vi en todo el viaje, que duró casi 1 hora, sin un cigarro en la mano).
Pasamos Sliema, Sant Julians, y en una parada nada mas dejar la costa se nos unieron un grupo de estudiantes de inglés de unas 20 personas. El autobús es pequeño pero no pasa nada: si nos apretujamos, todos entramos!
Poco a poco, los pasajeros fueron bajándose en sus respectivas paradas, al final solo quedaban 3 alemanes, un par de parejas de turistas, y una mujer maltesa con falda, bailarinas doradas y calcetines blancos con rombos azules.
Lo mejor del viaje viene cuando el conductor da a un par de botones y empiezan a sonar los Beach Boys a todo trapo! El hombre tan feliz, con su música playera, su cigarro, y su peculiar manera de conducir, metiéndose por calles marcadas con una señal de dirección prohibida (y riñendo a los vehículos que salían de esa calle!!), adelantando a coches y camiones cuesta arriba....
Pero un conductor de lo más majete. Había dos de los turistas que querían pararse en medio de la nada, que se supone que hay dos fábricas donde te venden cristal de Mdina y demás...y estaban cerradas por la tarde. Y el conductor, al oír que daban al timbre para bajar, les preguntó que donde iba, que iba a estar cerrado... y las llevó a Mdina. Y luego con nosotros estuvo hablando, porque no sabíamos donde se cogían los buses de vuelta.
Llegamos a Mdina, la Ciudad del Silencio. Está toda reformada y muy bien cuidada, con sus callejones, y muy pocos turistas. El problema es que al ser por la tarde está todo cerrado... la iglesia por ejemplo, a no ser que fueras a misa, no se podía visitar.
Dimos un paseo por la ciudadela, por las murallas, y entramos en el Café
Fontanella, desde donde se puede disfrutar de una vista espectacular, dado que Mdina está edificada en un alto. Ahí pedimos esponjosa y dulce tarta de limón, un latte machiato, y uno de los famosos pastizzis (hojaldre relleno de ricotta).
Fontanella, desde donde se puede disfrutar de una vista espectacular, dado que Mdina está edificada en un alto. Ahí pedimos esponjosa y dulce tarta de limón, un latte machiato, y uno de los famosos pastizzis (hojaldre relleno de ricotta).
Muy rico. De ahí cogimos un autobús a la Valleta, y en La Valleta otro a Sliema.
El autobús de vuelta no fue tan divertido como el anterior; éste nos puso música bakala (era un chico jovencito el conductor). En 10 minutos llegamos a la Valleta (el viaje de ida, en el autobús 65, fue de casi 1 hora).
Llegamos a casa. A cenar y descansar.
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