Acabamos de regresar de Fuerteventura. Y, como ocurre siempre, tengo una mezcla de sensaciones que se van equilibrando y suavizando a medida que pasa el tiempo.
Y no es algo objetivo que todo el mundo tenga que compartir. Sé que ha sido una percepción totalmente personal, basada más que posiblemente en las expectativas que tenía en el destino.
No he podido encontrar nada de aquello que iba buscando en este viaje. Me dí cuenta el primer día.
Y sin más, me he visto totalmente desolada en una isla sin nada que hacer más que ver la televisión, invadida por una sensación de estar perdiendo esa semana de vacaciones (y el dinero), y de autocrítica por haber elegido ese y no otro destino (que nuestras dudas tuvimos). Una desazón total.
No es la primera vez que me siento así. Recuerdo sin ir más lejos el primer día que pasé en Kuala Lumpur. La ciudad también me decepcionó. Estaba a 15.000 km de casa y lo único que se me pasaba por la cabeza era precisamente un "qué hago yo aquí". Doce días más tarde, regresamos a Kuala Lumpur. La misma ciudad, la misma gente, el mismo clima cálido, bochorno continuo. Sin embargo aquella vez, me sentí cómoda. Disfruté de la ciudad.
¿Qué había cambiado?
Darme cuenta de esto me hizo replantearme el viaje a Fuerteventura. En lugar de peces me encontré con un molesto y podría decir que frío viento. El agua estaba helada incluso con neopreno. Las distancias en coche eran mucho mayores de lo que habíamos calculado, y las atracciones marcadas como turísticas no nos ofrecían nada nuevo. Pero "every cloud has a silver lining" que dirían los ingleses... lo cual traducido viene a ser que todo tiene su lado positivo.
No hay nada que puedas hacer para cambiar el lugar en el que estás. Lo que tienes que cambiar eres tú mismo. Porque a veces puedes estar en el paraíso y no disfrutarlo.
No sirve de nada apenarse o decepcionarse. No sirve de nada arrepentirse de estar aquí. Sí que sirve disfrutar de lo que estás viviendo, aunque sea la posibilidad de que por un día de lluvia tengas que quedarte toda la tarde en la habitación, encerrado, sin hacer nada y "perdiendo" el tiempo. Descansando.
Muchas veces se nos olvida por qué viajamos. A veces estamos tan centrados en conocer, ver, hacer fotos, caminar, moverse... que nos olvidamos de que las vacaciones también significan desconectar y descansar, mimetizarse con el destino que visitamos, y en este caso Fuerteventura es un destino de relax, por tanto no quedaba otra cosa que hacer más que relajarse y no hacer nada.
Hace unas semanas un amigo me preguntaba que por qué me gusta tanto Asia, que qué es lo que le veo.
Y disfruté. No tuve la sensación de haber perdido la mañana. Y por algún motivo, desconectar en Asia es muy fácil para mi (ojo, que no todo el campo es orégano ni toda Asia es igual... y también me ocurre esto en otros países de otros continentes).
Pero bueno. El tema de por qué viajamos podría dar para otra larga entrada...
Se me ha venido a la cabeza una frase atribuida a Mark Twain y que creo que viene perfecta para acabar este post:
“Dentro de veinte años estarás más decepcionado de las cosas que no hiciste que de las que hiciste. Así que desata amarras y navega alejándote de los puertos conocidos. Aprovecha los vientos alisios en tus velas. Explora. Sueña. Descubre”
2 Comentarios
Bravo bravo bravísimo!!! ¡Que buen post, hacia tiempo que no disfrutaba tanto leyendo uno. Un beso!!
ResponderEliminarJo, muchísimas gracias por tus palabras!!! :)
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