Lunes 17 de
Agosto de 2015: Hanoi y traslado a Ninh Binh.
Ay el sótano del desayuno… cuatro mesas con 12 sillas, una encimera con ensalada y algo de
fruta, dos comidas calientes, tostadas y ya. Poca luz y además una de las
bombillas parpadeaba, así que le daba a la estancia un toque entre tenebroso y
discotequero.
Bajamos a las 9 y media al teatro de marionetas de agua, que lo tenemos al lado. Por 100mil dongs la entrada compramos dos para la sesión de las 16:10 (había otra a las 15 pero no sé si nos daría tiempo). Volvemos al hotel, recogemos, hacemos el checkout y como hace mucho, pero que mucho calor (ayer a las 19 había 32 grados) y humedad, pedimos un taxi para que nos lleve al Templo de la Literatura.
Gastamos 34mil dongs en el taxi, 30mil en cada entrada del templo y 20mil en dos botellas de agua fresca (que dura fresca unos 10 minutos).
Este templo
es un conjunto de jardines, pabellones y demás estancias en las cuales se
reunieron, durante casi diez siglos, todas aquellas personas que estudiaban las
enseñanzas del maestro y acabar como un reconocido “doctor laureado”.
Tiene forma rectangular, con cinco patios, y bueno, está bien. Me gustó.
Había
bastantes turistas, incluso un grupo de españoles…
En este
templo hice una de las mejores compras de todo el viaje: un abanico, por 3
euros. Me ha dado la vida este abanico.
Caminamos
muy lentamente haciendo fotos y sentándonos. Tras un rato largo, salimos a coger un taxi. Habrá unos 15 minutos andando
hasta la catedral de San José, pero no tengo el cuerpo para caminatas
innecesarias… así que por 32mil, nos vamos en taxi.
De ahí
caminamos ya hasta el restaurante. Es increíble la arquitectura de Hanoi. Lo dije ayer y me repito: enjambre de casas que no sé cómo se mantienen en pie, cables, motos, sobretodo
motos, por las aceras, por la carretera… por todos sitios.
Llegamos al
restaurante que nos han recomendado, típico de allí. Newday restaurant… estoy
haciéndome un máster en comer con palillos.
De ahí
caminamos hacia la cafetería que se encuentra al lado del teatro de marionetas.
Llegamos a las 14:30 y nos sentamos en la planta de arriba. Helado y té. Tienen wifi, y descansamos un rato.
El teatro de marionetas (water puppet show) me gustó mucho. Son 14 escenas (hay folletos en español para poder leer sobre ellos), ambientadas con música y algunas de ellas con vocecillas en vietnamita las cuales, lógicamente, no entiendes.
Al acabar (dura 45 minutos) fuimos dando un paseo y entrando por alguna tienda, hasta el hotel, donde nos cambiamos de ropa (por cierto, que tienen un baño con ducha por si te quieres refrescar antes de marcharte), y esperamos a que llegara el taxi que nos llevaría a la estación de tren.
El acceso al
tren tiene pasarelas metálicas que conectan el andén con la
puerta del vagón, lo cual facilita mucho la entrada al tren con maletas. En fin, que hasta ahora todo tiene muy buena pinta. Entramos en nuestro vagón, el número 2. Y comienza la odisea.
Somos las
dos únicas personas extranjeras en el vagón. No hay compartimentos para meter
las maletas al principio o final, sólo unas barras metálicas encima de los
asientos. Muy altas. Los asientos tienen mucha, pero que mucha mierda... pero oye, hay dos teles planas.
Decidimos subir la maletita pequeña arriba (recordemos que aun estoy
convaleciente, asi que tengo cero fuerzas) y dejar las otras dos grandes en el
pasillo a nuestro lado. Sólo ocupan medio pasillo, la gente no se queja y la señora
revisora (apodada desde ahora “la robocop”) pasa varias veces y tampoco dice nada.
En uno de
esos paseos se enzarza con una familia de 3 sentada en asientos de “tarifa
mesa”. No sabemos qué pasa, pero la mujer (la pasajera), con mascarilla colorida (como muchos
vietnamitas), abre una bolsa de la que saca unas radiografías y un informe
médico. La robocop vocea, varias cabezas de curiosos se asoman detrás de los
asientos. Robocop abandona el vagón.
Esta
discusión se repite otras tres o cuatro veces. En una de ellas se lleva al
padre y al hijo, pero luego regresan. En otra colaboran un par de paisanos
también, posicionándose, según creemos, a favor de la familia. El padre se
sienta delante de mí, pero cada vez que robocop acede al vagón, el hombre regresa apresuradamente a apiñarse en el asiento con su mujer.
Luego (todo
esto sin arrancar el tren aun) ha fichado a otra chiquilla a la que se ha
llevado del vagón dos o tres veces. En una de ellas, la chiquilla ha aparecido
con dos maletas pequeñas, no sabemos de dónde. El tren ha arrancado. Y
entonces… hemos cometido el fatal error de establecer contacto visual.
Viene y me
señala las maletas. Me dice que arriba. Una maleta pesara unos 16kg, pero la
mía, que ayer en el aeropuerto pesaba 21, lleva ahora todo lo que suelo llevar
en la mochila. Así que le miro con cara de “no puedo” mientras digo “too
heavy”. Le indico por señas que me ayude, pero coge y se larga. Yo me quedo con cara de poker, pero
si se ha ido...
Pero, ay
amigo, cuando robocop fija un objetivo…. No cede hasta que lo consigue. Vuelve
y repetimos el teatrillo. Un hombre, de los muchos atentos a la escena, le
explica a robocop que no podemos con ellas. La robocop, impasible, parece decir
que le importa un bledo. Elegimos la maleta azul y hacemos como si intentaramos levantarla. El amable hombre traductor se levanta y sube él la maleta. La maleta
número dos nos hace tumbarla en el suelo y meterla a nuestros pies. Decidimos meter sólo la mitad, así que voy con media maleta en el pasillo y la otra media en mis pies. Qué comodidad (irónico).
Al poco, localizo una pequeña cucaracha paseando por el pasillo. Ha hecho dos intentos de
acercarse a nuestra zona pero se los he abortado ambos dándole un puntapié.
Pensé en pisarla, pero dado que llevo medio pie en la maleta, me pareció
asqueroso.
Mientras tanto, al pobre niño de al lado (que va descalzo con los pies apoyados en el asiento
de delante, yo creo que para evitar bichos, aunque no tiene sentido
ya que llevan bolsas y de todo por el suelo) se le han caído las
palomitas al suelo. Ha venido la robocop y le ha echado una bronca del copón.
Se ha ido y al volver con la escoba y el recogedor, pensé que se las daría al
niño para limpiarlo. Pero no, lo ha limpiado ella.
Aquí, viajando con un pie |
Que por
cierto, tienen servicio de restaurante aquí. Ha pasado un carrito con
palomitas, bolsas de patatas aguas. Otro con espinacas, noodles y
sopa. Y otro con bolsitas con contenido desconocido dentro, pero podría haber
sido, yo que sé, puré de patata.
La mujer de
la familia de tres lleva dormida una hora. En un momento se ha quitado la mascarilla
y juro que lleva un trozo de pan dentro de ella, en la zona de la nariz. Le
gustará el olor.
Voy
siguiendo el recorrido del tren con el gps, porque no sabemos qué parada es. Le
pregunté a robocop y me dijo “one, two, three”. No supe si contestar “un pasito
pa’lante María”. Las estaciones no tienen nombre, pero llevamos dos paradas…
El asunto se empieza a poner feo cuando veo a dos cucarachitas a la vez. Y cuando otra empieza a asomar la cabeza por el reposabrazos... los últimos 20 minutos de viaje nos los pasamos de pie, con el radar anticucarachas encendido.
Cuando el tren para, se acerca la robocop con un farolillo en la mano y una llave para abrir el candado (sí, candado) que cierra la puerta del tren. En ese mismo pasillo de salida vemos otra cucaracha... casi nos lanzamos del tren en marcha.
Nos están esperando en la estación con un coche, para ir a nuestro próximo hotel de Ninh Binh: Ngoc Anh Hotel.
Tenemos la habitación en la sexta planta, con ascensor. Está muy limpio, y es barato. Cenamos y a dormir.
No sé si alguien recuerda cómo empecé este viaje, hablando del "maravilloso karma". Pues este tren debe haber sido para compensar el cambio a bussiness de la Etihad.....
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