Domingo, 16
de Agosto de 2015: Hoi An y traslado a Hanoi.
Hoy estoy
mucho más optimista. Bajo a desayunar y todo, un par de yogures que me saben a
gloria y una tostada. La otra me la llevo a la habitación.
Cambiamos (bueno, yo no, porque me quedo en la habitación) euros a 24.300 dongs, en una casa de cambio que está pasando el puente (no el japonés), todo recto y la primera a la derecha.
Dejamos la
habitación a las 12 (a las 10 bajamos al vestido pero sigue con esa arruga que no me gusta,
quedamos en recogerlo a las 14), y nos sentamos en recepción, que es abierta
totalmente (sin aire acondicionado) en unos sofás.
Hacemos tiempo hasta la hora
de comer, donde esta vez pido puré de patata y arroz. No me lo acabo pero como
mejor que ayer.
Descansamos
un rato más y a las 15:30 llega el taxi contratado con el hotel que por 20$ nos llevará al aeropuerto.
Hay maneras más baratas de llegar (minibús por 8$ por persona) pero no estoy
por la labor.
Desde el
coche vemos una de las famosas montañas de mármol, está en la misma carretera
casi. No nos arrepentimos de no haber ido.
Llegamos al
aeropuerto, facturamos y nos vamos a hacer tiempo a la sala de espera. Nuestro
vuelo sale a las 18:10.
Es un avión
grande, un A321. Disfrutamos de una puesta de sol preciosa.
El vuelo es corto
así que nos dan solo una botella de agua, y, en menos de una hora, aterrizamos
en Hanoi.
Al salir
vemos nuestro nombre en un cartel (transfer contratado con el hotel por unos 17$). Le seguimos y montamos en el coche, con el
aire acondicionado a temperatura frio de Siberia y música vietnamita.
De noche
Hanoi nos da muy mala impresión. Casas que se caen a trozos, muchos locales con
mala pinta, suciedad y caos. Y el casco viejo, donde tenemos el hotel, es un
enjambre de fachadas estrechas y motos, muchas motos.
En menos de
una hora llegamos al hotel (Hanoi Central Park), cuya entrada es un pasillo estrecho entre un hotel
y una sucursal de la famosa agencia de viajes Sinhcafé.
Nos reciben
muy amablemente, nos dan los billetes de tren (para mañana, que reservamos con ellos y con los que se han llevado una gran comisión) y nos llevan a la habitación.
Está en el sexto piso pero solo hay ascensor hasta el quinto. Parece ser una
antigua casa, con una escalera que no es de caracol pero casi… que recorre
desde nuestro pequeño rellano, que compartimos con otra puerta de otra
habitación hasta el sótano, donde se sirve el desayuno.
La
habitación es enorme, con un sofá, una cama de dos metros (mínimo) de ancho, y
otra de un metro. Armario, estantería con libros y un pequeño baño, limpio,
pero que no ha visto un antical en su vida.
Al lado de
la puerta del baño hay otra puerta. No se me ocurre intentar abrirla hasta que se
han ido: está cerrada. Pues… bueno.
A la media
hora, no sé por qué, vuelvo a comprobar que está cerrada (la puerta a Narnia). Pero giro el manillar
y se abre un poco. Cierro del susto. “Esto estaba cerrado antes”.
Con la
puerta cerrada y sosteniendo el manillar (tirando de la puerta) para cerrarla,
comenzamos un divertido debate centrado en qué hacer. ¿Llamamos a recepción y
preguntamos si esconden al hombre del saco en esa habitación? Cómo vamos a
hacer eso… de repente, empezamos a oir ruidos al otro lado de la puerta. Nos quedamos heladas.
Decidimos
llamar a recepción.
Al poco
aparece un chiquillo joven, de veintipocos años. Le decimos que no sabemos si
hay otra habitación comunicada, pero que hay ruidos. La cara de miedo que pone
es mundial, titubea un poco y se decide, aunque no sé de dónde saca el valor, a abrir.
"LA" puerta |
Y el susto que se
pega al ver un saco dentro es para llevarlo a videos de primera. Parece ser un cuarto que da a la parte de
atrás del ascensor. Consigue bloquear la puerta y por si acaso… no la
tocaremos más.
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