Con toda la calma del mundo salimos de casa a las nueve y media pasadas. Hoy vamos a dar la vuelta (sin pretenderlo) entera, en sentido de las agujas del reloj, a la línea Yamanote.

Empezamos por el parque de Ueno, que aún no lo conocíamos.

Entramos por la puerta del sur, y lo primero que nos encontramos tras subir unos escalones es la tumba de Shogi-tai.



Seguimos caminando, poco, hasta Kiyomizu Hall, un templo pequeño y similar a los doscientos que hemos visto estos últimos días.



Continuamos por el paseo principal, asfaltado y amplio, en el que nos encontramos con una actuación de un grupo musical, cuyos instrumentos estaban fabricados con bambú.

Nos entretuvimos un rato viéndoles, y después continuamos nuestro recorrido hacia la gran fuente, pero al llegar a ese punto giramos a la izquierda con intención de dar la vuelta, pasando antes por una pagoda de cinco pisos.


El lugar que más me gustó es posiblemente Toshogu Shrine, un santuario pequeño, pero con mucho encanto.

Además la puerta principal al templo (que estaba cerrado, supongo que por ser domingo), aunque mucho más pequeña, me recordó mucho a la del castillo Nijo.


Antes de salir del parque Ueno, nos acercamos al templo Bentendo, donde experimentamos una de las situaciones más absurdas de este viaje.

El templo Bentendo está situado en el centro de un lago, al que se accede principalmente por un camino estrecho que une el parque con la fachada de este templo. Camino que está lleno de puestecillos de comida.


Luego tiene dos salidas mucho más largas y secundarias, por la parte de atrás del templo.

Al ser este camino tan estrecho y estar lleno de puestos, había mucha gente. Japoneses sobretodo. Pero nos sorprendemos cuando, al empezar a caminar, vemos que están todos estáticos, parados, como los lotos del estanque... pero con el móvil en la mano.

"¿Qué habrá pasado? ¿Qué mirarán en el móvil? ¿Será el tifón?". Movidos por esta curiosidad, y dado que, de verdad, parecían zombies en pausa, empezamos a caminar entre ellos asomándonos discretamente a sus pantallas.

"No puede ser". ¡¡¡Estaban jugando a Pokemon Go!!!




Al llegar a la pequeña explanada del templo Bentendo vemos que a ambos lados del camino están todos parados, como si les hubieran aparcado ahí, móvil en mano, cazando pokemons.

Pero esto no acaba aquí, no. Vimos el templo, que es pequeñito, y decidimos rodearlo por ver si había algo más. Y al llegar hacia la parte de atrás, de donde salen esos dos largos caminos secundarios, empieza a venir gente hacia nosotros.

Gente, y gente, y gente. Sin correr, pero andando rápido. Todos con el móvil delante de sus narices, con prisa. Cientos de personas, como si fuera un río, en la misma dirección. Supongo que irían a cazar algún pokemon... alucinados nos quedamos.

Fijaros si me impactó esta situación que al salir del parque decidí descargarme en aquel momento la aplicación, para ver qué era y por qué causaba tanto furor.

Os dejo el video que explica mejor la situación.



Cambiamos de zona y nos fuimos a Akihabara, a hacer unas compras, y, como queríamos ver un edificio en la zona de Tokyo, compramos comida en la estación de Tokyo (en el sótano, que tienen una gran tienda de comida preparada) y nos sentamos en una zona de mesas pequeñas y sillas a comer tranquilamente.


Tras comer, fuimos a dicho edificio: el foro internacional de Tokyo.

La estructura es impresionante; asemeja un barco, y todo su exterior es de cristal y vigas de acero. Se usa como centro de conferencias, exposiciones y conciertos.

 
Me apetecía ver Shibuya de día, así que de nuevo a la yamanote para bajar en esa estación.

Esta vez nos vamos a la pasarela que hay en la estación para ver el cruce.


No podemos evitarlo y volvemos a pasar por él haciendo el guiri... y también entramos en un pachinko a por un café. Es alucinante el ruido que hay dentro.

Volvemos a Ikebukuro, donde hemos quedado para (el momento friki del día) ir a un neko café. ¿Que qué es?

Pues veréis. En la mayoría de viviendas no permiten tener animales domésticos. Y los japoneses son muy fans de los gatos. Así que, ¿qué han hecho? Pues montar cafeterías (o incluso sin café) en el que hay gatos y la gente paga por estar con ellos.



Más monoooooooooooos!!


Nosotros estuvimos en uno que creo que nos costó 3 o 4 euros, sin café, y podías estar el tiempo que quisieras. Eran 3 estancias conectadas, y preparadas para los gatos. El paraíso de los gatos: rascadores, pasarelas, diferentes alturas, juguetes, comida... mimados a más no poder.


Mi gato favorito sin lugar a dudas

Al día siguiente teníamos que madrugar para coger el Keisei Skyliner hacia Narita. De esto os hablaré en otra entrada, porque al final lo compramos el día anterior en Ueno (incapaces de adivinar cómo se compraba en Nippori...).

Recuerda que el siguiente post sobre Japón será el de los gastos, que sé que os gustan.... así que
suscríbete para no perdértelos, y, si quieres síguenos en facebook.

¿Qué os ha parecido el viaje?