San Petersburgo, 06 Abril – 07 Abril 2017
"¡Acabo de ver 'Decathlon' escrito en cirílico!"
Estábamos en un taxi “legal”, contratado en el propio
aeropuerto (nada más salir de la recogida de equipajes, tarifa fija al centro,
1050 rublos que pagamos con tarjeta de crédito) en dirección a nuestro apartamento
en el centro de San Petersburgo.
Son casi las doce de la noche, no hay nadie por la calle, y
el taxista no baja de 90km/h.
Pensé que era algo excepcional, pero al día siguiente me di
cuenta de que no: en este país conducen muy rápido.
Nos deja en la puerta del apartamento, un arco enorme con
verjas de hierro negro. Es aquí donde hemos quedado con el propietario del
apartamento, a eso de medianoche.
No hace mucho frío, no más que un día normal de invierno en Castilla.
Esperamos en la calle, pero no aparece nadie. No tenemos wifi y la opción de
una llamada telefónica aparece en el último puesto… Dobla la esquina hacia
nosotros una chica jovencita, abrigada, que de lejos parece maja, y se me
ocurre pararla para, tras explicarle nuestra situación, preguntarle si puede
llamar al casero. Son estos los momentos en que me pregunto cómo se puede tener
tanta suerte a veces: la chica no solo es maja, sino que sabe inglés y le llama
inmediatamente. En 30 segundos, aparece para llevarnos al apartamento.
El edificio es muy grande y muy antiguo. Un patio interior
con varios coches, y unos cuantos portales que no son más que una chapa
metálica pintada de marrón. El ascensor tiene más años que yo, y hoy, volviéndolo
a coger, no entiendo aún cómo cupimos 3 personas y 3 maletas.
Sin embargo el apartamento no tiene nada que ver con el
exterior del edificio.
Está totalmente reformado, con una decoración
minimalista y en tonos ocres y cobre. Cama, sofá cama, cocina y baño.
Es la una de la mañana y me niego a madrugar: tenemos días
más que de sobra en San Petersburgo y son mis vacaciones.
Aun así, 5 horas después nos despertamos con un sol radiante
entrando por las rendijas de las cortinas: amanece muy pronto y anochece muy
tarde.
Iglesia de San Salvador Sobre a Sangre Derramada
Salimos del apartamento a las 10 de la mañana. “Total, casi
nada abre antes de esa hora” nos decimos. Nos hemos visto obligadas a cambiar
el planning del día, ya que ayer no pudimos cambiar dinero.
Las avenidas son grandes, aunque no sé si las calificaría de
majestuosas. Hay mucho tráfico, mucho ruido (el asfalto es bastante irregular,
suponemos que anti-heladas, y las ruedas de los coches hacen un sonido similar
al del suelo adoquinado), y mucha gente.
Así que nuestra primera parada debe ser la casa de cambio
que el dueño del apartamento nos indicó anoche. Efectivamente ha sido bastante
buena: a 60’36 rublos por euro.
Está cerca de la Iglesia de San Salvador sobre la sangre
derramada, o también llamada Iglesia de la Resurrección de Cristo. Dos nombres
bien diferentes, como podéis ver.
Aunque ya no es una iglesia, sino un museo estatal. Como
dato histórico, está ubicada sobre el lugar donde asesinaron al zar Alejandro
II en el atentado del 13 de marzo de 1881.
Nota: por la mañana el sol está detrás de la iglesia. No es
buena hora para hacer fotos (aunque sí se puede desde el otro lado, pero, no sé
por qué, me gusta menos).
Pagamos el ticket, 250 rublos por persona, y entramos.
Es muy bonita por dentro. Enteramente decorada con mosaicos.
Increíble, la verdad.
Le dedicamos un buen rato. Además hay varios grupos de turistas y de escolares, así que nos lo tomamos con calma. Con tanta que son las once pasadas, y aún tenemos que ver muchas cosas antes de comer.
Fortaleza de Pedro y Pablo
Decidimos atravesar un parque vacío tanto de gente como de
árboles para llegar a la fortaleza de San Pedro y San Pablo. Desde el puente
que atraviesa el río Neva se tienen unas vistas preciosas de la fortaleza y la
catedral que alberga en su interior.
Es allí donde nos dirigimos. La entrada está en obras, pero tienen habilitado un camino para los turistas.
Esta fortaleza se fundó en 1703 en la llamada “isla de las
liebres” (y por eso hay tanta estatua de liebre, imanes de liebres, etc…).
Querían que fuera el núcleo de la nueva ciudad, capital del Imperio Ruso, pero
no parece que dicha idea saliera adelante… tampoco actuó nunca como fortaleza
defensiva, pero sí como prisión política.
Decidimos ver sólo la catedral de San Pedro y San Pablo, donde están las tumbas de los Romanov.
La torre del campanario tiene 122’5m de altura. |
Data de principios del siglo XVII, y es,
como todo lo que estoy viendo por aquí, muy dorada, tanto por dentro como por
fuera.
Contiguo a la Catedral, y unido a esta por un pasillo, se encuentra un panteón de posterior construcción, llamado “de los grandes príncipes”.
El camino hacia las puertas del Neva (construida entre 1730 y 1749) lo hago acompañada con el sonido de las campanas, que tocan una melodía familiar, quizás de una película, pero no logro ponerle nombre.
Mezquita de San Petersburgo
Salimos de la fortaleza y vamos a la mezquita de San Petersburgo. Aunque fue la mezquita más grande de Europa a principios del siglo XX (puede albergar hasta 5000 personas), cuando llegamos están en la hora de rezo, pero en el patio.No se puede visitar su interior, así que nos conformamos con hacer fotos a los mosaicos azul turquesa que la adornan.
Metro de San Petersburgo
Aquí cogemos el metro por primera vez. Hace 4 días que una bomba ha hecho explosión en el metro de San Petersburgo, pero, tal y como era de esperar, la gente sigue haciendo vida normal y el metro va lleno.
Pido dos billetes en la taquilla (kacca), y me dan dos
tokens. Como no sé qué hacer con ellos, le pregunto por señas al señor de
seguridad qué hacer. Me mira con mala cara (el tercero hoy ya) pero, como todos
los anteriores, me ayuda. Se mete la moneda, pasas, y no la recoges.
Estoy segura de que “Viaje al Centro de la Tierra” se debió
de basar en alguno de estos metros. Las escaleras mecánicas parecen no tener
fin, y, tras un largo rato agarrada al pasamanos (tengo algo de vértigo, lo
reconozco), llegamos.
El metro es que tenga un aire nostálgico-antiguo, sino que es viejo. Me recuerda al de
Budapest.
Circula puede que más rápido que los coches en superficie, y
como en Tokio, no se oye a nadie hablar, aunque creo que en este caso se debe
más bien al chirriar de las ruedas contra los raíles, que impiden cualquier
tipo de comunicación con un tono de voz moderado.
5 minutos y tan solo una parada después, llegamos a Nevsky
Proskpect.
Pasamos por el edificio Singer y por la Catedral de Kazan sin apenas
pararnos. Vamos a un restaurante (MarketPlace) que tenemos apuntado, pero al
entrar nos encontramos con que es un buffet abarrotado de gente. Media vuelta y
a por nuestra segunda opción, Biblioteka, un moderno restaurante, de cuidada
decoración, bastante juvenil.
Por 360 rublos (6 euros) me ponen una ensalada de lechuga, pepino, media aceituna, dos trozos de tomate y 3 de queso que, no voy a engañar, está bastante buena. Eso sí, no puedo evitar mi sorpresa cuando los noodles con pollo que pido de segundo saben y pican como un padthai. Pero, después de India, es soportable (lo cual no implica coloretes y ciertos sudores). Además ponen pan y un té, todo dentro del mismo precio de menú. No me puedo quejar.
Edificio Singer y Catedral d Kazan
Ahora sí que regresamos al edificio Singer. Es una
librería-cafetería, en la que nos entretenemos un rato largo, porque además
tienen libros y guías de la ciudad en español.
Entramos en la Catedral de Kazan, construida en el 1800 siguiendo el patrón de la Basílica de San Pedro en Roma.
Es de culto ortodoxo, y por eso es raro que en lugar de planta de cruz griega la tenga sobre una planta de cruz latina.
Ha sido un día raro, al igual que la sensación que me acompaña, como de no estar aprovechando el día al 100%. No hemos visto mucho, ni hecho mucho, pero aun así hemos estado dando vueltas 7 horas, sin parar.
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