Hoy toca dormir en el Flecha Roja.
A las 19:30 estamos recogiendo las maletas y entrando en un taxi (nos lo pidió el dueño del apartamento, que de verdad recomiendo encarecidamente) que por 270 rublos (tarifa fija) nos lleva a la estación de Moscú, al final de la avenida Nevsky, en San Petersburgo.
A las 19:30 estamos recogiendo las maletas y entrando en un taxi (nos lo pidió el dueño del apartamento, que de verdad recomiendo encarecidamente) que por 270 rublos (tarifa fija) nos lleva a la estación de Moscú, al final de la avenida Nevsky, en San Petersburgo.
No sé si os he dicho que la comunicación con los rusos está siendo muy original. Casi nadie habla inglés, y la verdad que ni se preocupan por ello. Te hablan en ruso, tu les contestas en español, entornan los ojos, te lo repiten en ruso, vuelves a decirles en español que no entiendes, te lo repiten de nuevo con algún gesto adicional, y al final acabáis entendiéndoos. De esta manera el taxista nos pregunta si queremos escuchar música y nos cuenta que hay mucho tráfico, por lo que ha venido guiándose con el gps y haciendo eses para no encontrarse con muchos coches.
Efectivamente
el tráfico en la estación es mortal, pero conseguimos apearnos, coger las
maletas y pagar.
Esperando a la Flecha Roja
Para acceder
a la estación hay que subir escaleras (no hay rampas, no), dejar todo el
equipaje, bolsos y demás en un control de seguridad, avanzar por un primer
hall, bajar de nuevo escaleras (aquí hay una rampa que no sé si facilita o
dificulta la bajada), y se llega a una sala enorme con 4 filas de asientos,
todos ocupados, y un par de cafeterías.
Me voy a dar
una vuelta, por tantear el terreno, y haciendo gala de mi inteligencia superior
salgo a los andenes…. sin darme cuenta de que no puedo volver a entrar por la
misma puerta.
Una rusa me
ve tal cara de “oh-dios-no” que me indica que tengo que rodear toooodo el
edificio, volver a pasar controles y regresar al punto de partida.
Pardilla…
De los dos
lugares en la estación que hay para tomar algo, nos decantamos por uno que pone “Pizza”, y que
cierra a las 00.
Intento
pedir una pizza, pero lo de siempre: no hablan inglés. Al final, con el
diccionario de ruso, gestos y apuntando en un papel, nos entendemos, y por 5
euros tenemos una pizza increíblemente grande para cenar.
A eso de las
22:30 una de las mujeres de la pizzería sale de la barra diciendo algo en ruso,
y cierra el baño que hay dentro. No le encontramos sentido hasta que 10 minutos
después apagan las luces y nos echan de allí. Parece ser que no cierra a las 00
como dice el cartel.
Teníamos que
habernos quedado en el de la cristalera de al lado, que creo que además tenía
wifi.
A estas
horas la estación tiene más tránsito de pasajeros que cuando llegamos a las
20:30. Hay además dos grupos de chinos.
Sobre las
23:10 anuncian, en los carteles del fondo de la estación, el andén por el que
viene nuestro tren, el mítico Flecha Roja. Y digo mítico porque este tren ha
estado en funcionamiento diario desde 1931 hasta hoy, ininterrumpidamente (si
descontamos del 41 al 43, cuando sitiaron la ciudad, que por cierto si no conocéis la historia os recomiendo que os paséis mismamente por wikipedia para leer sobre ello)
El Flecha Roja realiza el
recorrido San Petersburgo-Moscú y Moscú-San Petersburgo, cada noche, saliendo
de la estación sobre 23 o 00 (dependiendo el trayecto) y llegando entre 7 y 8
de la mañana.
Este tren
tiene tanto éxito que hace no muchos años se vieron obligados a introducir un
nuevo servicio, de idénticas condiciones (pero con wifi) que realiza el mismo
trayecto media hora antes.
Nosotros
compramos billetes para el Flecha Roja en la web oficial de trenes. Hay que
pelearse un poco con el ruso y su traductor, y registrarse en la web, pero es
fiable y donde todo el mundo lo hace. Nos costaron 70 euros cada uno, comprados con algo
menos de los 45 días máximos de antelación con los que se puede comprar. De las tres cabinas que hay, la de 1ª clase (hay 2ª clase, 1ª, y lujo)
Cómo es el tren Flecha Roja
Regresemos
al relato de nuestra noche ferroviaria. Salimos al andén para subir al tren, el
cual aún estaba haciendo su entrada en la estación. Pasamos bastante frío, la
noche petersburguesa invernal es bastante cruda… y localizamos nuestro vagón, el
número 5.
En la puerta hay una especie de revisor-mayordomo, de unos 50 años, que nos pide el pasaporte. Habla un poquito de inglés, pero es suficiente. Verifica nuestros nombres y nos sube las maletas al vagón.
Ante
nosotros, un estrecho pasillo con una alfombra roja en el suelo. Ventanas a la
derecha y los 10 compartimentos a la izquierda. Entramos en el nuestro, el 5
(como el vagón), y, MOLA MUCHO.
En el centro hay una pequeña mesa con dos recipientes de plástico con algo de comida, bollería, unas naranjas, dos botellas de agua, tés y dos chocolatinas con e logo de la flecha roja.
A los lados, los asientos: dos butacas bien cómodas con un montón de compartimentos secretos. Que nosotras descubriéramos fueron: debajo del asiento, hueco para meter las maletas. En los reposacabezas, en dos de ellos estanterías para dejar objetos pequeños y en la del medio dos toallas para usar en el baño. Además hay una pequeña televisión, lámparas pequeñas de lectura, el flexo del techo, una caja fuerte, enchufes, regulador de temperatura y un botón para llamar al revisor.
Nos dan
también un kit de aseo, zapatillas incluidas.
Es que mola mucho, de verdad.
El revisor
pasa a explicarnos el funcionamiento de todo (aunque ya habíamos explorado el
compartimento entero…). El respaldo de las butacas se suelta y coloca encima de
las butacas, formando una cómoda cama, con colcha y todo. Y dos almohadas, a
elegir con la que mejor duermas. Nos preguntó que qué queríamos para desayunar,
si crepes o tortilla. Elegimos una de cada.
Al final del vagón hay dos baños que incluso al llegar a Moscú, estaban muy decentes. Al fin y al cabo, son 2 baños para como mucho 20 personas…
Nos vamos a
dormir, que a día siguiente nos tocan muchas visitas.
Llegando a Moscú
Duermo
genial. Me despierto bastantes veces, eso es cierto. Tengo miedo de caerme de
la cama, así que cada vez que abro el ojo me recoloco con la espalda pegada a la pared del compartimento… por si acaso.
A las 7
llaman a la puerta para traernos el desayuno. Una foto creo que dice más que
mil palabras.
Y a las 8, puntualmente, llegamos a Moscú. Hay multitud de personas con carteles de “taxi”, para llevarte a donde quieras, pero nosotros, en plan cómodo, decidimos contratar la recogida con el propio hotel. Como podéis leer, fue una entrada triunfal en Moscú, a bordo del Flecha Roja.
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6 Comentarios
Qué grato recuerdo, yo también cogí ese tren para hacer i/v de Moscú a San Petersburgo aunque en segunda, el compartimento no era privado y el desayuno ni de lejos tan completo, pero igualmente fue una bonita experiencia.
ResponderEliminarOtro abrazo
La verdad es que sí, es una muy bonita experiencia... nada comparable con los trenes vietnamitas :D
EliminarUn abrazo y gracias por comentar!!
Qué gozada, esto sí que me lo anoto como obligatorio para cuando vaya para allá :-)
ResponderEliminarApunta apunta.... mola mucho, de verdad :D
EliminarComo mola!!! La verdad es que nosotros, que somos muy de trenes, le tenemos bastante ganas a este. Cuando visitemos Rusia no dudaremos en cogerlo.
ResponderEliminarSaludos
Yo también soy muuuuuy de trenes, y hacía más de 20 años que no pasaba la noche entera en uno con camas y durmiendo cómodamente... fue genial :D
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