Miércoles 12 de julio de 2017
El dueño de esta guesthouse es un encanto, pese a la barrera idiomática que tenemos. Nos preguntó si estábamos cansados después del paseo de ayer y le comento que me duele un poco la pierna.
Raudo y veloz desaparece de mi vista para traerme, a los dos minutos, bálsamo del tigre (Tiger Balm) para que me lo dé en la pierna. Puedo asegurar que funciona.
Le pedimos que nos llame a un tuktuk a las 8:55, ya que a las 9 hemos quedado con Hanza.
La factura de este hotel creo que es la más surrealista de todas: en un trozo de papel de sucio me escribe la cantidad, le pago, y, ya está.
Primera parada del viaje: la cascada de Ravana.
Hay muchos coches parados, un par de puestos, y varios hombres que cobran a todo aquel que aparque el coche. Y para ver nada, un poco de agua cayendo por unas piedras.
No me sorprende en absoluto, pero bueno, pillaba en ruta. Sí me hace gracia el cartelito de aviso que tienen en la cascada.
Tras decidir no ver un par de templos para los que teníamos que desviarnos, ponemos rumbo a Mulkirigala.
Hanza no sabe muy bien dónde es, y aunque yo voto por preguntar, soy minoría en el coche. Por tanto hacemos caso al GPS, que si cierto es que nos acerca al templo que buscamos, el lugar donde lo sitúa es una casa particular que nada tiene de templo.
Finalmente llegamos a este templo... ¿construido en una montaña? ¿EN SERIO?
Pues sí. Quinientos ochenta escalones, quinientas rupias y unos quinientos monos (realmente es por seguir con los quinientos, pero habría como mucho 50 o 60 monos).
Dicen que se construyó en el siglo III, y que el árbol plantado en lo alto de la piedra es un esqueje del Sri Maha Bodhi que vimos en Anuradhapura.
Historia aparte, este templo tiene 5 plataformas a lo largo de la montaña, en la que se encuentran templos y altares.
Estos templos están excavados en la roca, como el Dowa Temple o Dambulla.
La verdad es que me gusta. También tiene pinturas, una de ellas en la que se muestran los lugares sagrados del budismo en Sri Lanka. Siendo nuestro último día de templos, me gusta comprobar que hemos visitado la mayor parte de ellos.
Regresamos al coche para recorrer más de 3 horas en coche. El camino es ameno porque vamos charlando y porque esto es Asia: incluso cuando estamos en una autovía de 4 carriles casi vacía, hay cosas interesantes que ver por la ventanilla.
Al llegar a un pueblo en la costa (que no sé cuál era), comento que quizás estaría bien comer, dada la hora que es. Hanza nos busca un chiringuito en la playa (y cuando digo EN la playa es que comemos sobre la arena), y los dueños, con una lentitud asombrosa, nos traen unas bandejas con pescados y marisco.
Si hubiera sabido que la espera era solo para enseñarnos la pesca del día...! Les decimos que con arroz con pollo estamos bien. Y es lo que comemos los tres (porque hoy hemos invitado a comer a Hanza).
Hacemos una breve parada en Matara, pero no me encuentro muy bien y además no hay mucho que hacer... así que continuamos hacia Mirissa, a nuestro hotel.
Por cierto que saliendo del aparcamiento, Hanza ha dado un pequeño golpe al parachoques. Me dicen que esto "con agua hirviendo recupera su posición". Como persona de ciencia, hasta que no lo veo no lo creo... así que cuando llegamos al hotel de Mirissa, hervimos agua y experimentamos. No me lo puedo creer pero el parachoques efectivamente recupera su posición y queda como si nada hubiera ocurrido.
De todo se aprende en esta vida...
El resto de la tarde la pasamos en Mirissa, paseando por la playa y haciendo fotos. La playa está llena de chiringuitos que a su vez están llenos de turistas. Es una pena que sólo podamos estar una noche. La verdad es que me gustó la zona para descansar un par de días.
Ya solo queda un día en el país!
Un megusta no hace granero, pero ayuda al compañero.
El dueño de esta guesthouse es un encanto, pese a la barrera idiomática que tenemos. Nos preguntó si estábamos cansados después del paseo de ayer y le comento que me duele un poco la pierna.
Raudo y veloz desaparece de mi vista para traerme, a los dos minutos, bálsamo del tigre (Tiger Balm) para que me lo dé en la pierna. Puedo asegurar que funciona.
Le pedimos que nos llame a un tuktuk a las 8:55, ya que a las 9 hemos quedado con Hanza.
La factura de este hotel creo que es la más surrealista de todas: en un trozo de papel de sucio me escribe la cantidad, le pago, y, ya está.
Ravana Falls
Primera parada del viaje: la cascada de Ravana.
Hay muchos coches parados, un par de puestos, y varios hombres que cobran a todo aquel que aparque el coche. Y para ver nada, un poco de agua cayendo por unas piedras.
No me sorprende en absoluto, pero bueno, pillaba en ruta. Sí me hace gracia el cartelito de aviso que tienen en la cascada.
Tras decidir no ver un par de templos para los que teníamos que desviarnos, ponemos rumbo a Mulkirigala.
Ojo! Hasta ahora ha habido 36 muertos! |
Templo de Mulkirigala
Hanza no sabe muy bien dónde es, y aunque yo voto por preguntar, soy minoría en el coche. Por tanto hacemos caso al GPS, que si cierto es que nos acerca al templo que buscamos, el lugar donde lo sitúa es una casa particular que nada tiene de templo.
Finalmente llegamos a este templo... ¿construido en una montaña? ¿EN SERIO?
Pues sí. Quinientos ochenta escalones, quinientas rupias y unos quinientos monos (realmente es por seguir con los quinientos, pero habría como mucho 50 o 60 monos).
Dicen que se construyó en el siglo III, y que el árbol plantado en lo alto de la piedra es un esqueje del Sri Maha Bodhi que vimos en Anuradhapura.
Historia aparte, este templo tiene 5 plataformas a lo largo de la montaña, en la que se encuentran templos y altares.
Estos templos están excavados en la roca, como el Dowa Temple o Dambulla.
La verdad es que me gusta. También tiene pinturas, una de ellas en la que se muestran los lugares sagrados del budismo en Sri Lanka. Siendo nuestro último día de templos, me gusta comprobar que hemos visitado la mayor parte de ellos.
Regresamos al coche para recorrer más de 3 horas en coche. El camino es ameno porque vamos charlando y porque esto es Asia: incluso cuando estamos en una autovía de 4 carriles casi vacía, hay cosas interesantes que ver por la ventanilla.
Matara y Mirissa
Al llegar a un pueblo en la costa (que no sé cuál era), comento que quizás estaría bien comer, dada la hora que es. Hanza nos busca un chiringuito en la playa (y cuando digo EN la playa es que comemos sobre la arena), y los dueños, con una lentitud asombrosa, nos traen unas bandejas con pescados y marisco.
Si hubiera sabido que la espera era solo para enseñarnos la pesca del día...! Les decimos que con arroz con pollo estamos bien. Y es lo que comemos los tres (porque hoy hemos invitado a comer a Hanza).
Hacemos una breve parada en Matara, pero no me encuentro muy bien y además no hay mucho que hacer... así que continuamos hacia Mirissa, a nuestro hotel.
Fotos de postureo bien bonitas |
De todo se aprende en esta vida...
El resto de la tarde la pasamos en Mirissa, paseando por la playa y haciendo fotos. La playa está llena de chiringuitos que a su vez están llenos de turistas. Es una pena que sólo podamos estar una noche. La verdad es que me gustó la zona para descansar un par de días.
Ya solo queda un día en el país!
Un megusta no hace granero, pero ayuda al compañero.
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