Sábado 30 de
diciembre de 2017
India de
nuevo, parte 5
No serían ni
las siete y media de la mañana cuando muchas voces en la calle nos hacen
asomarnos disimuladamente a las ventanas. ¿Qué ocurre? ¿Hay alguna
manifestación? Distinguimos voces de mujeres y niños, pero, es sábado, no hay
colegio. A los 10 minutos cesan y comenzamos a oír cánticos. ¿Qué está pasando?
No vemos nada, nos puede la incertidumbre… y la curiosidad.
Aceleramos
los trámites de desayuno, cierre de maleta y demás preparación y bajamos a la
calle, siguiendo el sonido de las canciones (hoy tengo el día poético y se me
antoja añadir un “como Ulises y sus marineros guiados por el irresistible canto de las
sirenas”).
Todo nuestro
gozo en un pozo: los cánticos acaban tras una puerta que parece de un templo. No vamos a
meternos donde no nos han invitado… hasta que de repente aparece un hombre que
se descalza, entra, y nos dice que le sigamos. “¿Seguro? ¿Podemos entrar?” “Sí
sí claro, entrad!”. Bueno, pues si me han invitado…. Ya cambia.
Dentro hay
un montón de mujeres sentadas en el suelo, con panderetas, chinchines y un par
de micrófonos, cantando.
Nos sentamos y estamos un rato observando. Ellas ni se inmutan. Si no entendí mal, era un festival dedicado a Vishnú, asi que allí estaban ellas, celebrando.
Al salir
dimos una pequeña vuelta a la manzana, sin alejarnos mucho del hotel. Habría
echado miguitas de pan para encontrar el camino de vuelta…. Dicen de la
laberíntica medina de Fez, pero esta de Jodhpur le anda a la zaga, si no
supera.
Hacemos el checkout y pagamos, pero nuestro tuktuk no viene. Ya decía yo que eso de “gratis” sonaba a broma. Me llama Abdul para preguntarme que qué ocurre justo en el momento en que nos ofrecen un tuktuk por 100 rupias. Pues nada, problema solucionado. Nos vamos camino a Bikaner.
Camino a Deshnok
Tenemos cuatro horas de camino hasta Deshnok, población en la que se ubica el famoso templo Karni Mata.
Y te preguntarás: ¿por qué es famoso?
Pues es famoso porque dicen que en él habitan más de 25 mil ratas. Pero ahora llegaremos a él...
A las dos horas y media de salir de Jodhpur, y tras varias cabezadas en el coche, paramos en un bar de carretera a tomar un té.
De verdad que yo no sé qué me pasa cuando viajo, y sobretodo, cuando me llevan a los sitios. Pero, si voy yo sola, prometo que no entro en ese garito ni aun muerta de sed.
Pero ahí nos sentamos. Tranquilamente. A estirar las piernas y descansar un poco, que Abdul se lo merecía también.
Karni Mata
Y, llegamos a Karni Mata.
Aparcamos ya sabiendo que ni compi ni conductor me acompañarían al interior del templo. Pero aquí estamos, los turistas entran y salen del templo continuamente y a ninguno le muerden las ratas (y aun así, yo estoy vacunada de la rabia).
Nos acercamos al puesto de la entrada, donde hay que dejar los zapatos (pero no los calcetines). Abdul me acompaña, y al dejar los zapatos me pregunta: ¿quieres unos zapatos?
No entiendo nada. Acabo de entregar mis zapatos porque hay que entrar descalzo, ¿y me ofrecen otros?.
Bueno. No pasa nada. ¿Qué he aprendido estos años viajando? A aceptar lo que me ofrezcan y luego valorar si lo quiero o no. Digo que sí.
Y la jugada me sale excelente, porque me entregan dos patucos como los que se usan en los quirófanos, que me pongo encima de los calcetines.
Dentro del templo veo a extranjeros que van totalmente descalzos, dejándose la planta de los pies entre las miles de semillas (imaginad el maíz de las palomitas de maíz sin hacer) que hay por el suelo.
Porque, entro con miedo de las ratas, pero acabo esquivando los maíces del suelo, que son una tortura.
Y, tampoco son ratas. Son ratoncitos. A los que incluso tengo miedo de pisar, porque los hay poco espabilados y lentos.
Me quedo un poco bloqueada. No sé muy bien qué hacer ni dónde ir.
Veo indios entrando en una sala, y por mucho que busco no encuentro nada que indique si puedo acceder o no. Así que merodeo hasta que un par de mujeres jóvenes se ponen a la cola para entrar en esa zona. Y les pregunto si puedo entrar.
"¿Vas descalza?" "Sí, solo llevo calcetines". "Entonces haz cola y entra".
La mujer que va delante de mi se sube a la barandilla en la que hacemos cola cuando algún ratoncito pasa cerca. Yo... no llego a subirme, pero sí tanteo el salto que daría si se acercara mucho. Me consuela saber que los indios también tienen miedo...
No me gusta meterme donde no me llaman, así que no me acerco hasta donde están varios indios adorando a la deidad del templo (que no he encontrado quién es), y vuelvo a salir al patio.
Escucho a un indio decir "Saphid chuha!". Ui, eso lo entiendo. ¡Han encontrado a la rata blanca!
Porque ver a la rata blanca en este templo da buena suerte.
Me acerco hacia donde lo han dicho, pero es un recinto pequeño y embarrado que hay atravesando una estrecha puerta... bueno, mira, que con la buena suerte del elefante de Kumbakonam del año pasado, tengo para aguantar una temporada.
Sigo caminando, ya para salir, y vuelvo a escuchar lo mismo y un gran grupo de gente se gira hacia el mismo sitio. Señalan y yo atisbo a ver algo gris claro. Pero no blanco.
Bueno, he pasado un buen rato en el templo, así que creo que voy a salir ya, que aún nos queda un rato hasta Bikaner...
Si quieres saber por qué he ido a India, ve este video (y suscríbete al canal!)
0 Comentarios