Martes, 14 de agosto de 2018.
Cosas que no me gustaron del apartamento de Milán: tenemos que dejarlo a las 10 de la mañana sin posibilidad de que nos guarden las maletas en ningún sitio (un feo detalle)
Así que nos vamos a hacer un poco de tiempo a la estación de Milán Central, donde tenemos que coger un tren en dirección a Lucerna, nuestra primera ciudad en nuestro viaje por Suiza.
Tren de Milán a Lucerna
Es el mismo modelo de Intercity en el que vinimos de Venecia a Milán. Me gusta, es cómodo, y si has reservado asiento (como es nuestro caso, que compramos los billetes online) hay pantallitas encima de cada asiento en la que se indica de dónde a dónde está ocupado dicho asiento.
Nunca habíamos cruzado una frontera en tren, y teníamos intriga por saber cómo sería esta de Suiza. Simplemente el tren paró en una estación y subieron al tren dos policías, que fueron asiento por asiento pidiendo identificaciones y motivo del viaje. Un aplauso para los dos policías, que en nuestro vagón les oímos hablar en alemán, francés, inglés y español.
Pisando Suiza por primera vez
Llegamos a Lucerna a mediodía. La estación es muy nueva y luminosa, y está muy bien organizada. Hay una sala donde sacas número para pedir información, o sacar billetes de tren, o hablar de pases para varios días, o dejar maleta, o cambiar divisa. Nosotros elegimos esta última opción. El cambio no es muy bueno, a 1’09 pero nos dice el chico que nos atiende que no vamos a encontrar nada mejor. Eso sí, 4 CHF de comisión se llevan. Necesitamos francos suizos así que cambiamos y no nos planteamos más.
Con nuestra nueva moneda en las carteras nos dirigimos al hotel, Ibis Budget Lucerna. Son unos 10 minutos, con puente sobre las vías para atravesar incluido, que se nos hacen algo eternos.
Una vez en el hotel vemos que, aunque limpio, la habitación es enana. Tiene una litera y el baño está desperdigado por módulos en la habitación: en una parte está la ducha, el lavabo en una esquina de la habitación, y en una especie de armario por la que asomas los pies, el wc.
Nada más llegar empieza a diluviar con ganas. Comemos en la habitación un bocata de jamón y descansamos viendo una peli.
Cuando deja de llover (las cuatro de la tarde ya) subimos al bus que pasa al lado del hotel, cada diez minutos ya que tenemos transporte gratis por alojarnos en hotel de Lucerna (te dan una tarjeta en el hotel).
¡Nos vamos a visitar Lucerna!
Cuando deja de llover (las cuatro de la tarde ya) subimos al bus que pasa al lado del hotel, cada diez minutos ya que tenemos transporte gratis por alojarnos en hotel de Lucerna (te dan una tarjeta en el hotel).
Paramos en la estación de trenes y cambiamos de tren para tomar otro que nos lleva hasta la parte alta de Lucerna.
Allí se encuentran las murallas de Musegg, con sus nueve torres. Caminamos un poco por la muralla, y entramos en dos de las torres.
En una de las torres (la torre Zyt) se encuentra un reloj de 1535, el más antiguo de todo Lucerna. Como curiosidad, este reloj tiene el “privilegio” de ser el que primero suena en toda la ciudad: un minuto antes que el resto.
Vamos caminando cuesta abajo hasta que llegamos al puente Spreuer, que no será el más fotografiado pero sí es el puente de madera más antiguo de toda Suiza.
Además hay 67 pinturas en el interior del puente, bastante macabras, para qué engañarnos.
Volvemos a cruzar el río y callejeamos un poco por Lucerna.
Llegamos por fin al puente más famoso de Lucerna, el puente de la capilla. Fue construido en la primera mitad del siglo XIV como parte del plan de fortificación de la ciudad. También tiene pinturas en su interior, algunas de ella sobre los patrones de Lucerna.
Este puente se diferencia del anterior porque en la mitad del trayecto hay construido una torre que se ha usado para todo: como archivo, tesorería, prisión e incluso cámara de tortura.
Con todo lo que nos queda por delante decidimos no caminar si no es necesario, así que cogemos otro bus que nos lleva hasta la última atracción turística que no hemos visto de Lucerna: el monumento al león.
Este “león herido de Lucerna” está tallado en la piedra, y conmemora a los soldados suizos que murieron intentando proteger el palacio de Tuileries de París durante la Revolución Francesa.
Nos sentamos unos minutos en un banco que hay frente al estanque. Estamos alucinando: puede haber perfectamente unos 150 turistas en este pequeño espacio. Una gran parte, asiáticos (chinos posiblemente) se asoman a ver la escultura desde detrás de la verja que protege el jardín, y desde allí hacen fotos. La entrada es gratuita (vamos, es un jardín con un estanque y una estatua, no más), así que no entendemos este comportamiento.
Pero la otra gran parte son indios. Hay más indios que chinos.
Empezamos a bajar hacia el centro caminando (ahora es cuesta abajo) pero unas nubes negras amenazan lluvia, y pasan pocos minutos hasta que lo cumplen.
Saltamos al interior de un bus que parece que baja hacia la estación de trenes, donde decidimos hacer cola en esa magnífica sala de información que tienen para pedir todos los horarios de trenes que necesitamos para los siguientes días. Te dicen incluso el andén del que va a salir el tren. Así da gusto.
Nos volvemos al hotel en bus y decidimos descansar, que mañana madrugamos bastante.
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2 Comentarios
No lo tenía en el itinerario porque sólo había visto en internet el puente y lo del león, muy guapos los dos, pero quizás no merezca la pena, no se... hay tanto que ver...
ResponderEliminarUn besote
A mi me gustó mucho la ciudad la verdad. Mucho mucho para ver no tiene, pero puede que sea de las ciudades más visitables en Suiza. Intenta meterlo mujer, que te gustará;)
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